a stone building with a tower on top of it

El pueblo donde puedes pagar con queso, vino o silencio absoluto

En lo alto de los Apeninos italianos, entre paisajes de postal y el eco de tradiciones centenarias, hay un lugar que desafía las normas del turismo convencional. Se llama Santo Stefano di Sessanio, un pequeño pueblo medieval en la región de Abruzos, donde el dinero no siempre es la moneda más valiosa. Aquí, puedes pagar una noche de alojamiento con un buen queso local, una botella de vino… o incluso con silencio.

En tiempos de hiperconexión y consumo inmediato, esta propuesta suena casi revolucionaria. Pero no es una fantasía ni un proyecto artístico: es una forma real de turismo sostenible que está atrayendo a viajeros de todo el mundo. Un modelo que premia el intercambio cultural, la autenticidad y el respeto por el entorno.

Un hotel esparcido entre ruinas

El alma de este experimento es Sextantio Albergo Diffuso, un hotel de lujo que no parece un hotel. Sus habitaciones están distribuidas en antiguas casas de piedra restauradas con materiales tradicionales, respetando la arquitectura original del pueblo. No hay televisores ni minibar: aquí, el lujo es el silencio, las velas, las vistas al valle y los suelos de madera crujiente.

El concepto de “albergo diffuso” (hotel disperso) es perfecto para quienes buscan integrarse en el ritmo pausado de la vida rural. Y en Santo Stefano, ese ritmo se acompasa con el canto de los pájaros y el sonido de los pasos sobre el empedrado.

¿Pagar con queso? Así es el trueque rural

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Foto de Gabriella Clare Marino

Uno de los aspectos más singulares del alojamiento es su sistema de trueque. Bajo ciertas condiciones, los huéspedes pueden negociar su estancia ofreciendo productos locales como pecorino, miel, aceite de oliva o vino casero. También se aceptan servicios o conocimientos: talleres de cocina, restauración o sesiones de yoga.

Incluso el «pago en silencio» se ha convertido en un símbolo del lugar. Quienes optan por una experiencia de desconexión total —sin móviles, sin hablar, sin interferencias externas— pueden beneficiarse de descuentos. El silencio es, literalmente, oro.

Turismo que regenera, no que devora

Este tipo de iniciativas no solo atraen a visitantes curiosos: ayudan a mantener vivos pueblos amenazados por la despoblación. Santo Stefano, con apenas 100 habitantes, ha conseguido revitalizarse gracias a un modelo que pone en valor la artesanía, la gastronomía y la memoria local.

El hotel colabora con la comunidad, compra a productores de la zona y recupera oficios olvidados. Cada huésped se convierte en parte de esa red, aportando algo más que dinero: atención, escucha, respeto.

Una escapada que te cambia

Visitar Santo Stefano di Sessanio no es solo alojarse en un sitio bonito. Es una forma de replantearse cómo viajamos, qué buscamos al movernos y cómo podemos devolver algo a los lugares que nos acogen. Puede que te marches con las manos vacías, pero con la mente —y el corazón— mucho más llenos.

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